EL DON DEL VACÍO EN EL RELATO NEGRO

La lucha contra las tinieblas es una constante en la narrativa de todos los pueblos. En la solución del conflicto hallamos ideas, enseñanzas y también se refuerzan creencias y prejuicios en un mecanismo variado que se repite sin fin desde el inicio de los tiempos.

Así, la humanidad ha creado múltiples artefactos narrativos para abordar las distintas facetas del ser humano y ahí, el relato negro ocupa un lugar de honor. Me refiero al lado maldito de los seres humanos, su lugar más oscuro, el perfecto rol de mal nacido que intenta construir una justificación para toda la hiel que vierte sobre la realidad.

El antagonista es el motor de toda historia, es el que impulsa a los personajes en alguna dirección. La mayoría de las veces empeñados en restituir el daño sufrido, tal vez padecerlo y otras, acabar derrotado, vivo o muerto al final del camino. La víctima nos mostrará lo mejor de sí mismo y procurará imponerse a todas las dificultades a las que se enfrenta, mostrando quizá una enseñanza, un camino. Tal vez se complazca en revelar la complejidad del ser humano, en sus zonas grises y oscuras.

Es por esto, y mucho más, que el relato negro es tan atractivo. El perpetrador genera fascinación en una realidad que se antoja plana y predecible, en un mundo poblado de seres debidamente domesticados. Allí donde el balar es un canto colectivo el perpetrador será el que se atreva a romper con la norma e invariablemente se producirá la lucha entre víctima y verdugo, entre héroe y antagonista en la eterna pugna por restituir el equilibrio, el bien personal o general y hacer justicia. Allí donde Abel es reivindicado, Caín brilla con la malignidad de la envidia.

Si nombrásemos las funciones de Vladimir Propp podríamos mencionar la que hace referencia al engaño, a ese momento en que el perpetrador accionará la palanca causándole un daño a la víctima que se dedicará el resto de la historia a restituir su orden personal. Pero, ¿qué pasa cuando todos los personajes son oscuros? ¿Qué pasa cuando todos se deslizan por zonas grises? Ahí es donde se abre un mundo rico y complejo, donde la humanidad se observa a sí misma en sus miserias, cómo no, siempre a cuenta de otro. Los personajes nos mostrarán esa verdad nuestra para abandonarnos sin agobio justo antes de cerrar el libro. Recuerden, Judas Iscariote traiciona al héroe y pasa a la fama, pero sus razones eran poderosas.

EL ARTEFACTO, CUANDO TODO ESTÁ PERDIDO.

El relato negro pues, contiene un mecanismo intrínseco. Es un artefacto que va dejando piezas sueltas que el lector irá recogiendo como un puzle incompleto, y con sus elucubraciones, el autor construirá la historia.

Un primer apunte va sobre la atmósfera. Los personajes oscilan entre lo gris y lo oscuro, de manera que no hay personajes particularmente íntegros o limpios, más bien de lo que se trata es de grados de maldad. No se trata pues de que haya personajes malvados sino de que hay unos que son peores que otros. La bondad, la simpatía, la amistad, son en general aparentes.

De manera que nos muestra una realidad que siempre nos sobrepasa. Las relaciones de fuerza que ejerce el poder con otros poderes, su capacidad de penetrar las instituciones, las personas que crean mecanismos en estas realidades que acaban, cómo no, dejando víctimas por el camino.

Esta construcción coral de personajes que asumen cierto grado de toxicidad crearán un entorno difícil, que obligará al lector a quedarse siempre con el amargo dilema de elegir entre el menos malo. Si el antagonista produce fascinación por su voluntad de ser malvado, el protagonista no será su contrario. Puede aparecer como alguien corrupto que hace el bien por un amor repentino o porque está harto de todo. Alguien que llega al final de su tiempo en una encrucijada y decide el bien o también un personaje roto, generalmente el policía atormentado, traumatizado de alguna forma. Le mataron a su familia, lo perdió todo, tiene un comportamiento autodestructivo, etcétera.

Al contrario que en los relatos de espionaje el lector sabrá desde el principio dónde está el mal porque todos de alguna manera habitan en él. En cambio, en el relato de espionaje, la trama se asienta en el sólido constructo de la normalidad. La arbitrariedad amoral del poder y sus fricciones se traslada a la vida normatizada de los civiles para recordarnos que el poder puro adolece de ética y de moral, lo que importa son los objetivos. Allí todos fingen ser amigos, todos fingen enamorarse, fingen, finge, fingen… porque de lo que se trata al fin y al cabo es dilucidar cuál es la verdad en el sólido imperio de lo previsible. Pero en el relato negro todos tienen de alguna manera, cierta apariencia de condenables. Es verdad que en el relato de espías siempre opera un propósito por parte del perpetrador y otro por parte del que lo persigue. Podríamos decir que se trata de malvados con causa, aunque la pregunta siempre es: ¿Hay alguno que no la tenga? Entonces, si todos los personajes son grises u oscuros, ¿Dónde está el centro de la trama en el relato negro? En ambos casos estará en el cómo. Cómo se presenta la trama y cómo se resuelve. En ese sentido tanto el relato negro como el del espionaje son hijos bastardos y malditos del relato enigma. En el corazón de cada malnacido, de agentes desequilibrados o espías de perfil psicopático late el corazón de una abuelita que teje y se entromete en todo, o el de un detective de bigote ridículo.

Carmelo Lattassa

Carmelo Lattassa, periodista, fotógrafo y experto en comunicación.

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