LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA
MODELOS PARA ARMAR I
LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA
Lo que viene a continuación pretende mostrar la idea de que todas las estructuras narrativas están conectadas con el mundo antiguo. No solo la forma de narrar, sino lo que se podría llamar una temática universal que parte del teatro griego y de las religiones olímpicas. Esto que parece una obviedad no lo es tanto si tomamos en cuenta los diferentes momento de la historia en que se ha destruido el conocimiento o se ha perdido en el tiempo. Por otra parte, la evolución de diferentes géneros narrativos pueden dar la sensación de colocarnos en un contexto diferente en el que se relatan cosas nuevas cuando en realidad repetimos estereotipos y arquetipos constantemente.
Si observamos las interconexiones a escala mundial a través de la red (internet), más allá de las políticas de los distintos países, el flujo de información a todos los niveles y de todas las calidades que se produce en tiempo real nos ofrece en cierto modo una analogía cerebral. Millones y millones de conexiones de diferente índole podrían dar la sensación de un proceso sináptico donde cada individuo al igual que una neurona realiza múltiples conexiones al día como si de una forma de pensamiento global se tratase. Basta ver cualquier gráfica de interacciones en red en internet para tener esta fantasía.
Por otra parte, ya no es necesario pertenecer a un círculo selecto de intelectuales o elite privilegiada para obtener el conocimiento necesario de prácticamente cualquier cosa. Es decir, ya no es necesario viajar un año, a pie o a caballo, para visitar un monasterio remoto con todas sus dificultades e intentar tener la suerte de ver al menos un libro iluminado, uno, no los miles y miles que están al alcance de la mano en internet.
Esta superabundancia de datos nos hace tener la sensación de que siempre ha sido así, de que el mundo ha tenido siempre una memoria activa que se refuerza con el proceso, también a escala planetaria, de convertir el patrimonio arquitectónico en museos y en ocasiones en parques temáticos históricos que son recorridos por millones de turistas.
Sin embargo, la verdad es que varias veces en el pasado el conocimiento ha desaparecido, ha sido destruido u olvidado. Todo el saber que ocupaba la biblioteca de Alejandría desapareció casi por completo, no solo por el gran incendio que padeciera, sino por el odio y la violencia de la nueva religión abrahámica que se consolidaba delante de todos, el cristianismo. Los actos cometidos por Cirilo de Alejandría no solo supusieron una vergüenza para la Iglesia Católica, sino que enterraron el conocimiento adquirido y la memoria colectiva a la que se había arribado en la época. Simultáneamente el Imperio Romano se desmoronaría ocultando para la cultura occidental todo el conocimiento y el bien alcanzados. La humanidad ha tardado varios siglos en recuperar aquel conocimiento, aquella información desaparecida. Basta recordar a Crates de Malos quien en el año 180 antes de Cristo expuso que la tierra era redonda y creó el concepto de las antípodas. Junto con Crates, Eratóstenes de Cirene, Disearco de Mesina y otros cientos y cientos de filósofos e intelectuales de la época se alcanzó un conocimiento sin igual.
Este fenómeno de creación de conocimiento y pérdida del mismo y por lo tanto de la memoria ha sucedido varias veces en la historia, en el caso que nos ocupa en la cultura occidental habrá que recordar todo lo perdido tras la desintegración del Imperio Romano incluso a pesar de haber mantenido lo que luego se llamó el Imperio Bizantino.
Pero, el mundo helénico consiguió sobrevivir. Los sacerdotes y las diferentes elites del poder comenzaron a convertirse en albaceas del conocimiento. Se dedicaron a enriquecer la liturgia religiosa a través del libro, pero también a salvaguardar los restos del mundo helénico, no como un fósil o algún tipo de acervo histórico, sino como conocimiento vivo. Aristóteles y Platón llegan a nuestros días y a nuestras escuelas enormemente vivos, y gracias a las múltiples interconexiones del conocimiento se ha conseguido, entre todos, ir completando poco a poco las partes del inmenso rompecabezas del pasado.
Desde un primer momento y a pesar de Cirilo de Alejandría, la Iglesia de Roma absorbe el mundo grecolatino, vive en él, utiliza y se esfuerza en transformar las religiones olímpicas, su imaginería, sus bestiarios y todo su poder icónico tras la configuración y consolidación de un nuevo arquetipo que sirve de paradigma en el presente. De esta forma Cristo adquiere las características atribuidas al león, es comparado con Apolo y todas las cualidades positivas de los antiguos dioses comienzan a integrarse en una sola. De ahí que la “trinidad” padre, hijo y espíritu santo, lo contenga todo.
El sendero de este esfuerzo colectivo a lo largo del tiempo es fácil de rastrear hoy en día, sin embargo, y porque nuestra memoria permaneció enterrada durante siglos, a finales del siglo XIX y principios del XX esta visión no era más que una intuición en la mente de unos pocos, entre ellos Aby Warburg (Alemania 1866 – 1929). Este intelectual alemán, habrá que decir que también judío, se ocupó de analizar la emergencia del mundo helénico durante el renacimiento, en particular en la figura de Dioniso y Orfeo unidos a la figura de Cristo. Orfeo comparte destino en los relatos olímpicos con Dioniso. Esto puede parecer hoy una obviedad, pero a principios del siglo XX el peso de las instituciones católicas y protestantes era tal que hacía imposible traducir esta memoria más allá del mero capricho artístico de los diferentes artistas y artesanos que acometieron dichas representaciones.
Pero, el caso es que esta influencia es muy fácil de reconocer hoy en día. Basta con observar de cerca la estatuaria que aún se conserva en las iglesias románicas y góticas para ver que el mundo helénico siempre estuvo presente. En el monasterio de San Miguel de Escalada en León. Se puede encontrar una placa funeraria de la segunda mitad del siglo XII denominada “Placa de Rodrigo” que reza:
“Que el hombre se conozca a sí mismo manda el divino Apolo.
En las calendas de mayo falleció Rodrigo, testigo de Pedro, 22 canónigo
de San Rufo, en la era mil ciento noventa y nueve.”
En Santa María la Real de Nájera en La Rioja, se puede encontrar un capitel que representa a un centauro dando muerte a un león. Lleva a un hombre a su grupa. Se encuentra en el Claustro de los Caballeros, terminado a principios del siglo XVI. La construcción original de este recinto se realizó en la primera mitad del siglo X. Es verdad que se trata tan solo de un capitel dentro de una inmensa iconografía cristiana y mariana en este caso. Una pequeña escultura que sirve de compuerta directa al pasado y que posee también lecturas paralelas, una de ellas que no describiré en este texto conduce al significado del vellocino de oro del escudo de la casa real española.
En la catedral de Santo Domingo de la Calzada, de la segunda mitad del siglo XII, se pueden ver también centauros, pero es de interés la representación del rey David tocando la lira, características propias de Orfeo. Pero, quizá es mucho más evidente en uno de los capiteles principales del ábside de San Martín de Tours. Se trata de la “Orestíada” representando el momento en que Orestes mata a su madre Clitemnestra. Píndaro, Esquilo, Sófocles o Eurípides entre otros cuentan su historia. Esto, en una iglesia románica construida en la segunda mitad del siglo IX. De manera que lo que descubre Warburg entre el XIX y el XX resulta a la luz de los datos que tenemos hoy, una obviedad.
¿Cuántas historias, mitos, leyendas o creencias se han mantenido conservando su estructura narrativa original desde el albor de los tiempos? Donde son sepultadas y rescatadas una y otra vez según la época cuando vienen a contar su historia a veces camuflada y otras de forma evidente. La clave está al parecer en la mímesis, en la comparación y en la imitación que realizan las personas a lo largo del tiempo tomando como referencia el pasado para poder reproducir el presente.
En el caso del cristianismo, la Iglesia es quien preserva la narrativa helénica de forma deliberada, se nutre de ella para construir su propio relato. La gramática y la ortografía que utiliza la Iglesia para comunicarse con los creyentes es simple, lo hace pues a través de la representación artística. Al igual que en el mismo mundo greco latino, los dioses son reconocibles en las diversas estatuas por los objetos y atributos que les representan. Si Venus porta una manzana San Pedro llevará consigo una llave. Esta práctica se consolida desde el principio del catolicismo e incluso el Papa San Gregorio Magno (Roma, 540 – 604), escribe un texto que circuló solo entre los clérigos donde dice entre otras cosas:
“Una cosa es adorar imágenes, utilizarlas para enseñar con su ayuda lo que debe ser adorado es otra. La escritura es para los letrados lo que las imágenes para los ignorantes que a través de ellas ven lo que han de aceptar, leen en ellas lo que no saben leer en los libros.”
Evidentemente esta forma de comunicación llega a ser malentendida en ciertos momentos de la historia de la Iglesia cuando se considera que el significado de la iconografía se confunde con el objeto de adoración en vez de ser un mecanismo simbólico para “leer” a través de las imágenes y la estatuaria. Con Lutero llegaría no solo la ruptura dentro de la Iglesia Católica para fundar el protestantismo también se sobrevendría la “Furia Iconoclasta” o Beeldenstorm.
Para no alejarme demasiado de lo verificable hasta cierto punto, mencionaré desde el punto de vista de lo que en el siglo XX se ha llamado “interaccionismo simbólico”. Una corriente que plantea entre otras cosas que las personas nos definimos de acuerdo al sentido que adquiere “el individuo” en un entorno social específico; cuestión que depende en gran medida de las interacciones que entablamos en el contexto histórico al que arribamos en la vida. En este sentido hoy se especula mucho sobre la influencia de la Religión Olímpica en el cristianismo, si Cristo en realidad es una superposición de Orfeo, si el “moscóforo es en realidad “El Buen Pastor”, si Prometeo es una alegoría de Dios a través de la “Trinidad” que hace a los hombres del barro y mientras Atenea les da el alma en forma de mariposa y Cristo que absorbe su naturaleza simbólica pasa de estar atado a una roca a estar crucificado. O, en otro sentido, también podríamos preguntar si los santos implican una recuperación de las deidades paganas. Haré una alusión de las miles y miles de puertas iniciáticas que hay a lo largo de toda la cristiandad. Por favor no vean esto como una fotografía temporal, ya sabemos que la historia es un torrente de cambio continuo.
SUPERPOSICIÓN DE RELATOS
Es aquí donde podemos observar la vasta y rica dimensión, no solo de la historia, sino de la persistencia de los mitos antiguos reproducidos con ciertas variaciones, pero con una misma esencia, a veces con un propósito aparentemente diferente, pero que en esencia habla de nuestra naturaleza, la humana. Por prudencia debemos acotar esta observación a la cultura a la que pertenecemos, es decir, la cultura grecolatina a la que se superpone la judeocristiana. Sobre este torrente histórico podríamos hablar de otro relato que ha sido permeado por el mundo antiguo pero que desde la visión monoteísta unifica todas las características de los Dioses sobre una sola, concentrando a su vez la naturaleza humana en una sola deidad que a su vez son tres en una en el caso del cristianismo y una en el del Islam y el judaismo. Lo que si es cierto es que tanto en la continuidad de los mitos fundacionales que se repiten con variaciones a través de la historia y las representaciones, mímesis o similitud de atributos y mensajes que migran de una representación a otra a lo largo del tiempo, en esencia podríamos decir que solo hay un juego básico de relatos y representaciones que se transforman a lo largo del tiempo y que aun así se mantienen idénticos en esencia porque quizá hablan de una cosmovisión primigenia que da directamente con la base de la civilización, pero también de nuestra psique.
LOS ARTEFACTOS
Con los relatos contemporáneos podríamos decir que ocurre lo mismo. Una primera estructura nos recuerda al teatro clásico que se ejecuta con un arco narrativo básico que implica presentación, nudo conflicto, desarrollo, nudo resolutivo y desenlace. Si miramos un poco más de cerca también veremos la repetición no solo de personajes arquetipo o que poseen una función específica dentro de la narración sirviendo de pilares en los que se apoyan los protagonistas. En este sentido algunos de estos mecanismos ya han sido debidamente codificados con su propia función y resortes de acción. Posiblemente uno de los primeros artefactos que podemos reconocer es el del “viaje iniciático”. Ulises vuelve a Ítaca después de experimentar las peripecias del viaje, donde el viaje en sí mismo es lo relevante. Poco sabemos de Ítaca que no desvela un mayor interés que el hecho de ser el punto de retorno. Esa misma idea se repite también en Jason y los Argonautas y siglos más tardes en la peregrinación de Chauser en sus “Cuentos de Canterbury.” También en clave obscura y si Medea nos lo permite, el viaje en busca de Kurt en el Corazón de las Tinieblas nos muestra la perfecta valides de este mecanismo que nos lleva a lo desconocido o a lo reconocible, pero en donde en cada experiencia resolveremos problemas, aprenderemos algo de nosotros mismos y de los demás. El viaje del héroe, el camino del elegido y su padecer en la senda del autoconocimiento.
Otro ejemplo maravilloso podría ser el propio relato enigma, el acertijo, que parece desvincularse del mundo antiguo al convertirse en un relato policíaco y que vuelve al pasado cuando su misma estructura retrocede a una abadía medieval como nos narra Umberto Eco en “El Nombre de la Rosa” pero que como artefacto de relojería nos recuerda las acciones de necesidad de varios protagonistas en el laberinto de Creta. No me extenderé evidentemente sobre la tragedia o el desamor porque allí precisamente abundan los ejemplos de superposición.
Y he aquí la pregunta de este viaje, o pequeño paseo si les parece. ¿Dónde ocurre vuestra historia? ¿Qué cosas acontecen en ellas? ¿Será nuestra historia capaz de hablar de cosas desconocidas? ¿O por el contrario reconfiguraremos una vez más los mitos y relatos antiguos aderezados con efímeros elementos icónicos como el Pato Donald o Micky Mouse? Si bien la evolución científica y tecnológica nos ha permitido sobrepasar ciertas dimensiones físicas, permitiendo que podamos observar lo pequeño y lo inmenso desde nuestra perspectiva o que podamos realizar representaciones abstractas gracias a la fotografía y por ende podamos también narrar desde otras perspectivas, gracias al desarrollo de otros soportes de comunicación como la radio, el cine y la televisión, estos siguen siendo herederos del teatro clásico y de las antiguas formas de narración, pero también de los mismos temas y caracteres que se relacionan con la vida. El poder, el amor, la familia, los sentimientos y actitudes que usamos para narrar nuestras historias. El propósito final es pues mostrar la conexión directa que hay entre el pasado y la memoria con nuestro presente y ver cómo podemos usar estos recursos dramáticos sin miedo a que pierdan fuerza o autenticidad simplemente atendiendo a las olas históricas que se superponen unas a otras.